
Como en cada crisis, convertirse en agente inmobiliario es una salida interesante. La compraventa de viviendas, plazas de garaje o coches usados pueden convertirse en una profesión muy lucrativa. Sin embargo, existen modalidades más rentables que otras, dependiendo de la situación de cada uno.
En primer lugar, el agente inmobiliario contratado por una compañía es lo tradicional y seguro. La empresa corre con todos los gastos. Además, la remuneración suele incluir el salario base, al que suman comisiones por venta realizada. Sin embargo, las posibilidades de crecimiento se estancan y requiere de unos horarios fijos.
Por otro lado, cada vez más profesionales deciden montárselo por su cuenta y convertirse en un agente inmobiliario autónomo. Dentro de este perfil, existen dos modalidades principales. En primer lugar, el autónomo independiente, que trabaja separado de las compañías; y, por otro lado, el autónomo contratado por una inmobiliaria en exclusiva.
En el primer caso, el agente inmobiliario autónomo se encarga de seleccionar las viviendas y atraer a sus propios clientes. Como principales ventajas, destaca la flexibilidad horaria o la posibilidad de completar sus ingresos con otras actividades. Sin embargo, también presenta otros inconvenientes, como la necesidad de realizar sus propias acciones de marketing o la ausencia de una indemnización por despido.
Por otro lado, el agente inmobiliario autónomo contratado por una compañía del sector sigue contando con su propio espacio, pero cuenta con un contrato en el que se pueden establecer los días de vacaciones o una posible indemnización por rescindir el contrato. Sin embargo, esta fórmula puede limitar el crecimiento de tus ingresos de forma considerable, ya que, en realidad, no dejarías de trabajar para otros.
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